La historia de nuestro monte Albarracín debe hacernos reflexionar sobre lo
pronto que se puede destruir un bosque, siempre protector y benefactor y
la enormidad de tiempo que ha de pasar para su recuperación.
Hasta entrada la década de 1930, el monte Albarracín estaba cubierto en su totalidad por encinas y quejigos, pero debido a un intenso carboneo son arrasadas 271 hectáreas. A esta actuación le siguen un pastoreo intensivo y el cultivo de cereal. El suelo margoso y margoso calizo, las fuertes pendientes y las lluvias torrenciales forman una combinación que unida a todo lo anterior hace que la erosión sea intensísima. El tercio superior se vio libre de tanta destrucción, probablemente por la dificultad de extracción; dándose en esa zona un bosque mediterráneo típico, con un gran valor ambiental y estético.
La erosión se ve agravada con la construcción de la carretera a Benamahoma, así que se impone la necesidad de realizar la repoblación del monte ante los daños producidos y que irían agravándose con el tiempo. El arroyo de Las Corralizas, que atraviesa el pueblo, producía importantes daños de socavación de fondos y márgenes, amenazando a las casas situadas en sus cercanías. La carretera sufría cortes por los barrancos que la atraviesan. El embalse de los Hurones, que entró en servicio en 1958, situado a 4 km corría el riesgo de colmatarse rápidamente. Por último, debe tenerse en cuenta el carácter protector global de este monte; incluyendo la recarga de acuíferos y el suministro de agua del pueblo. No debemos olvidar la biodiversidad y el valor paisajístico de un monte bien conservado.
El Servicio de Aplicaciones Forestales de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, el cuál tenía funciones delegadas del Patrimonio Forestal del Estado para la provincia de Cádiz se hizo cargo del proyecto, que se resolvió mediante la repoblación forestal, en 1958, de las 249 hectáreas desarboladas y erosionadas; y restauración hidrológica de cauces mediante la construcción de diques y albarradas en 1959.
La reforestación se llevó a cabo con pinos carrascos (Pinus halepensis), con una densidad de 1.200 plantas por hectárea. La elección de esta especie fue un gran acierto, dada su resistencia y frugalidad, ya que se partía de unas condiciones extremadamente desfavorables. El pino carrasco es el menos robusto de los españoles, alcanzando como máximo unos 20 metros de altura; es de crecimiento rápido y vida relativamente corta, no superando los 200 años; prefiere los suelos ricos en cal, como los del monte Albarracín; de todos los pinos peninsulares es el más resistente a la sequía, manteniéndose a veces con sólo 300 mm anuales; es termófilo y se adapta a suelos extremadamente pobres y esqueléticos, teniendo por ello gran importancia forestal.
Hasta entrada la década de 1930, el monte Albarracín estaba cubierto en su totalidad por encinas y quejigos, pero debido a un intenso carboneo son arrasadas 271 hectáreas. A esta actuación le siguen un pastoreo intensivo y el cultivo de cereal. El suelo margoso y margoso calizo, las fuertes pendientes y las lluvias torrenciales forman una combinación que unida a todo lo anterior hace que la erosión sea intensísima. El tercio superior se vio libre de tanta destrucción, probablemente por la dificultad de extracción; dándose en esa zona un bosque mediterráneo típico, con un gran valor ambiental y estético.
![]() |
Monte Albarracín, El Bosque (foto de archivo realizada para el estudio previo a la reforestación de 1958). |
El Servicio de Aplicaciones Forestales de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, el cuál tenía funciones delegadas del Patrimonio Forestal del Estado para la provincia de Cádiz se hizo cargo del proyecto, que se resolvió mediante la repoblación forestal, en 1958, de las 249 hectáreas desarboladas y erosionadas; y restauración hidrológica de cauces mediante la construcción de diques y albarradas en 1959.
![]() |
Ortofoto (1956-1957). Monte Albarracín despoblado. |
![]() |
Ortofoto (1977-1983) en la que se aprecia la zona ya repoblada. |
Hacia 1975 el pinar fue atacado por Diplodia pinea haciendo que el Servicio Provincial del ICONA en Cádiz cortara los pinos afectados en una superficie de 118 hectáreas, casi la mitad de la superficie reforestada, siendo sustituidos entre 1978 y 1979 por pinos piñoneros.
![]() |
Ortofoto (1984-1985) dónde se aprecian las zonas despobladas debido a la corta de pino carrasco. |
![]() |
Monte Albarracín, 1985. Se aprecian las zonas dónde se cortó el pino carrasco y se sembraron los pinos piñoneros. |
No podemos hablar de un resultado final, ya que una repoblación forestal y la regeneración que esto conlleva, implica desencadenar una serie de procesos evolutivos del paisaje. Lo que no se puede poner en duda es que se ha conseguido el objetivo fundamental, reducir la erosión a parámetros normales y por tanto proteger el pueblo, la carretera y el embalse de Los Hurones, así como ofrecer un paisaje amable.
La vegetación autóctona se va instalando poco a poco entre los pinos, y llegará el día en que la masa de encinas y quejigos sobresalga, acompañados de algarrobos, acebuches, madroños, lentiscos, cornicabras, agracejos y toda la serie de vegetación mediterránea propia de la zona.
![]() |
El Bosque en la ladera del Monte Albarracín, 2005. |
- Este es un artículo original de José Luis Juárez Villarín al que le he añadido algunas de las imágenes que lo acompañan junto con su texto explicativo.
- Puedes ver en este otro artículo de este blog el "DECRETO de 14 de septiembre de1956 por el que se declara de utilidad pública y necesidad y urgencia de la ocupación, a efectos de repoblación forestal del monte denominado "El Cerro de Albarracín", situado en el término municipal de El Bosque, de laprovincia de Cádiz."
Comentarios
Publicar un comentario