En El Bosque, final de un largo camino.
Antonia Jiménez volvió a encontrar a sus hermanos.
Diario de Cádiz, 21 de agosto de 1977.
Los fantasmas de nuestro pasado reciente salieron a la luz del mediodía en un patio de El Bosque, trágicos y dolorosos, mientras la familia Jiménez Castellano nos iba contando su historia, una historia parecida a otras muchas, parte integrante de la de todos.
Los Jiménez, después de cuarenta años, han vuelto a encontrarse con su hermana, la más pequeña de los cinco, perdida durante la guerra civil. Con ellos está José Omeñaca el ferroviario catalán que la adoptó, el marido y una hija de Antonia, la reencontrada.
- Vivíamos en San José del Valle. Cuando el alzamiento del 18 de julio nos evacuaron - cuenta Josefa, la hermana mayor- Pasamos primero a La Sauceda de las Cortes. De allí, a Estepona y luego a Málaga. Íbamos mis padres, Ana, Curro, Antonio, Antonia y yo, toda la familia.
- Yo llevaba a la niña en hombros. Ella tenía cuatro años y yo quince - cuenta Curro - En la Herradura la perdí. El camión en que nos iban a montar se marchaba y unas muchachas me dijeron que les diera a la niña y me subiera. Se la di, pero el camión se fue. Supe que en Almería era donde dejaban los evacuados y me fui para allá. Cuando llegué ya se había marchado.
Antonia y las dos muchachas que la recogieron llegaron por tren a Tárrega, en Lérida. En la estación trabajaba José Omeñaca.
- Los milicianos nos dieron la niña. Tuvimos que llevarla a un hospital, donde estuvo dos días sin que la pudiéramos ver. Le cortaron el pelo a rape y tuvieron que quemarle toda la ropa. Tenía miseria, sabe Dios donde habría estado. Mi mujer y yo fuimos a verla. Al día siguiente, al volver del trabajo los vecinos me dijeron: ¡que tienes una hija!... Yo no pretendía quedarme con ella, solo tenerla hasta que encontrara a su familia. Nunca le faltó de nada.
Omeñaca se emociona. También Antonia y sus hermanos.
- Yo - dice Antonia señalando a José- le quiero como un padre, porque él a mí siempre me ha tratado como una hija verdadera, incluso mejor, por no serlo. Nunca jamás me pegó, por ejemplo, y eso que yo era traviesa...
- Nos decía que era de El Valle, que su familia sacaba la ropa a la carretera y que ella iba con -su Curro- y se le perdió. El Valle creímos que era un pueblo de Málaga, pero de todas formas nadie supo decir dónde estaba. Sus apellidos los cambiaba constantemente pero sabía que se llamaba Antonia. Así le dijimos siempre nosotros, aunque en Francia, a efectos oficiales, la inscribimos como Violeta y le dimos nuestros apellidos.
José Omeñaca continúa recordando aquellos días: "Tardó como un mes en darme un beso. Me decía que su padre no tenía barba". Nunca le ocultaron a la niña que ellos no eran sus verdaderos padres, y siempre le dijeron que buscarían a su familia.
La guerra también llegó a Cataluña. José estaba en el frente y pasó a Francia. Su mujer y Antonia le siguieron. Como para tantos otros la vida allí no fue fácil. Permanecieron un año en un campo de concentración y José luchó en la guerra mundial contra los nazis. Su mujer murió y el volvió a casarse con una francesa. Su hija Antonia se casó con Di Lulio, italiano, y adoptó su nacionalidad. Tienen cuatro hijos, dos de ellos casados, José Omeñaca nunca perdió la nacionalidad española y permanece en Francia como refugiado político.
- He vuelto a España tres veces, contando esta última. La primera ocasión, antes que muriera Franco, fui a ver a un hermano que vive en Irún. No había llegado aún cuando ya me estaba buscando la Policía.
Republicano de siempre, Omeñaca ha encontrado ahora España "bastante evolucionada" y se muestra de acuerdo con la forma que se ha desarrollado el cambio político, que es "el que hacía falta". Antonia, que casi no habla español pero dice que comprende casi todo, explica que le interesa el cambio político y lo sigue de cerca.
LA BÚSQUEDA
En la evacuación, la familia Jiménez quedó desperdigada. Los padres volvieron a El Bosque desde Málaga. Tres de los hermanos permanecieron juntos y, en Valencia, se encontraron con Josefa.
- Íbamos cada uno por una calle - cuenta Antonio- buscándonos. Y de pronto nos encontramos.
Todos reunidos, comenzaron a preocuparse por la hija perdida. Supieron, por una mujer que había presenciado la entrega, que un ferroviario catalán tenía a Antonia. Curro fue el encargado de hacer las gestiones.
- Estaba yo haciendo el servicio militar en Gerona. Conté el caso al capitán y me dieron unos días de permiso para buscarla. No conseguí nada en esos días, pero poco después, o seguía preguntando, me enteré que el ferroviario tenía un hermano en Sariñena. Hablé con él, me dio la dirección, y después de mucho tiempo tuve noticias de Antonia.
Eso fue en 1945. Dos años después ocurría la explosión de Cádiz y el reciente contacto se perdió, porque los Omeñaca le dijeron que todo, ciudad y provincia, había desaparecido. Sin embargo, Curro marchó a trabajar a Alemania y, de regreso, visitó a su hermana en su casa cerca de Lyon, donde siguen viviendo.
- La sangre habla - dice Antonia- Supe que era mi hermano desde el primer momento. Igual me ha pasado al llegar a El Bosque.
- Por nuestro lado - interviene Omeñaca - también pusimos anuncios en los periódicos y en la radio referentes a la niña. Mucha gente pasó entonces por mi casa porque numerosas familias tenían hijos desaparecidos. Pero nadie la reconoció como suya. Cuando recibí la carta de Curro supe que esta vez era de verdad.
- La clave - dice Antonio- eran los dedos meñiques, que todos los tenemos un poco doblados hacia dentro, y que la niña, cuando se perdió llevaba dos pendientes distintos.
EL ENCUENTRO
Antonia, por fin, había aparecido. Sin embargo, el encuentro se ha demorado hasta el sábado de la semana pasada, que llegaron al pueblo.
- Han sido muchas circunstancias, primero políticas y después económicas. Este año, por fin, hemos podido venir - dice Antonia-. A ella le han reservado en la reunión, la mejor butaca. Su hija Nina, de dieciocho años, pasea por el pueblo con sus nuevas primas y sobrinas porque la familia Jiménez es numerosa.
El viaje fue pesado. Desde Alicante pusieron un telegrama a El Bosque, a las 7 de la tarde. Ellos llegaron al pueblo a las diez de la mañana siguiente. El telegrama lo hizo dos horas después. Iba firmado por "Antonia Omeñaca". La llegada fue, pues, por sorpresa, ya que nadie había sido avisado.
- Primero preguntamos en el cuartelillo de la Guardia Civil. Subimos a casa de Curro - dice Antonia - y con la primera que hablamos fue con su mujer, porque mi hermano no estaba. Supe que no era hermana mía pero a los demás los reconocimos enseguida.
Y El Bosque fue una fiesta, según nos cuentan. El pueblo estuvo revolucionado todo el día, mientras los Jiménez no daban crédito aún a sus ojos.
- Nos dimos todos una de llorar... - dice Antonio- Yo estuve sin saber qué hacer hasta lo menos las siete de la tarde, como todos.
Emoción, pues, por la dos partes. Omeñaca se sentía con la misión cumplida. Todos estaban ya satisfechos. "Ahora lo que queremos es, por fin, paz", decían como una sola voz.
El jueves se marcharon de El Bosque, con la promesa de volver en cuanto puedan. Sus días aquí han sido para todos inolvidables. Antonia cuenta que tenía un cierto miedo de no saber qué se iba a encontrar, pero que la acogida fue maravillosa y también el ambiente familiar, "porque aquí somos todos muy familiares, claro" puntualiza Josefa.
En honor de Antonia, el domingo Curro Jiménez se vistió de tal, y con otros dos, también al uso de bandoleros, organizaron una gran juerga en la plaza de toros. También han visitado diversos lugares de la provincia.
Los fantasmas, en fin, se diluyen en la calma de la tarde, ante la declaración de paz que todos los presentes han hecho. La guerra, para la familia, ha terminado.
Artículo transcrito del Diario de Cádiz:
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